Cada mañana del nuevo día, un enorme gigante filisteo llamado Goliat desafiaba a los israelitas a luchar contra él. Goliat era descendiente de los gigantes Refaim. David era un sencillo pastorcillo, sabía que Dios estaba cuidando de él, por eso decidió aceptar el desafío del poderoso Goliat. Tomó consigo cinco piedras lisas y una honda y fue al encuentro de Goliat. En la batalla, David rápidamente corrió hacia Goliat, con un movimiento brusco arrojó una piedra con una honda y lo golpeó justo en la frente, matándolo así y obteniendo una gran victoria.